La ciudad creció gracias a las minas de estaño, hoy agotadas, pero que todavía generan riqueza para la ciudad gracias a fábricas como Royal Selancor, en la que disfrutamos viendo como sus artesanos decoraban diferentes piezas de peltre. Incluso alguno se atrevió a probar, con bastante poco éxito hemos de reconocer, a intentar emularles en alguna de las piezas que a tal efecto tenían allí dispuestas.
Kuala Lumpur es una ciudad de grandes contrastes. Lo pudimos comprobar desde el mirador de las torres Petronas, las torres gemelas más altas del mundo, que a más de 350 metros de altura nos permitió disfrutar de una vista del Skyline de la ciudad, pero también observar otras casas mucho más humildes que resisten a la sombra de los gigantes en una ciudad en continuas obras.
También es una ciudad mestiza, crisol de varias culturas, principalmente la china, la hindú y la malaya, todas con sus respectivas religiones. En la calle de la concordia pudimos observar como iglesias católicas, baptistas o protestantes, mezquitas, y templos hindús, budistas o taoístas, conviven unos junto a otros en paz y armonía. Pero de entre todos los lugares sagrados que nos ofrece Kuala Lumpur, tenemos que destacar las cuevas Batu, dentro de las cuales se ubica el templo hindú en honor a Muruguran. La entrada al templo, presidida por una gran estatua dorada de 10 pisos de altura, se realiza por unas todavía más altas y empinadas escaleras, que se nos harían eternas de no ser por el entretenimiento que nos proporcionan multitud monos que se acercan con descaro esperando recibir o robar algo del turista demasiado descuidado.
Ya tengo las aletas y las máscaras colocadas, lo siguiente es hacer hueco a la caja estanca con los focos y linternas, una de las cuales compré precisamente en nuestro primer viaje a Kuala Lumpur hace un par de años, aprovechando una mañana medio perdida antes de ir al aeropuerto. Este año hemos conseguido una mejor combinación de vuelos y salimos algo más tarde, así que algunos la aprovechamos para hacer las compras de souvenirs con las que quedar bien con la familia. El equipo fotográfico y el de buceo, hacen que vaya al límite de lo permitido por mis billetes, y prefiero aprovechar mi experiencia del viaje anterior y hacer de cicerone. Nos acercamos al mercado central, donde pudimos comprar algo de artesanía y alguna que otra camiseta. Ya de vuelta hacia el hotel decidimos pasar por el mercado de abastos chino, por otro par de templos que visitamos hace dos años y por el mercado de noche. Aun no tiene todos sus puestos abiertos, cosa que agradecemos después de un rato de rechazar ofertas de todo tipo de imitaciones de relojes, bolsos o camisetas.
Ya es claramente de día, hay que dejar de pensar en las nubes y seguir con la maleta. Tiene que estar lista antes del desayuno. El viaje será largo y probablemente será la última comida decente hasta que en dos días lleguemos a Madrid. No es un sitio donde se puedan pedir florituras, pero hemos comido muy bien. No era raro ver pescadores locales descargando unos magníficos túnidos de los que dábamos cuenta al día siguiente, o ver a alguien limpiando pescado en el Jetti, lo que nos permitía ver multitud de rémoras y pequeños puntas negras que se acercaban a comer los restos. Pero si en algún momento pudimos disfrutar de los tiburones, fue durante nuestra visita a la isla de Piaynemo, en la que comimos junto a unos manglares que sirven de refugio a crías de multitud de especies, o en una de sus playas, donde con el agua por la rodilla podíamos admirar pequeños puntas negras de no más de 30 Cm. que se acercaban curiosos. Mientras comíamos también pudimos disfrutar de la increíble puntería de los peces arquero, que a más de 6 metros lanzaban un chorro de agua sobre los nuddles que a modo de gusanos les iban colgando de la plataforma.
Piaynemo también es famoso por uno de los paisajes más espectaculares de Raja Ampat. Allí ascendimos por unas escaleras, literalmente en medio de los árboles, ya que muchas de ellas tienen huecos por los que se cuelan los mangles, que nos llevaron al mirador sobre la bahía. Desde allí pudimos observar el que está considerado el mejor paisaje de Raja Ampat, una preciosa laguna de aguas turquesas salpicada por pequeños islotes en forma de corona.
Pero mi mente divaga demasiado, son muchos los recuerdos maravillosos de este viaje y es difícil no sentirse nostálgico mientras continúo con el equipaje, sobre todo porque eso significa que es momento de dejar este paraíso y volver a casa. Me está costando trabajo meter el chaleco, las aletas no se quedan en la posición adecuada y la caja con las linternas no me está ayudando. Cuando meto primero el chaleco y luego la caja, todo queda en su sitio. Ahora le toca al regulador. Me preocupo de proteger las segundas etapas, pero el manómetro no me preocupa tanto. Todo el año pasado preocupado por mi aumento de consumo y por casualidad he descubierto que tiene un error de 20 bares. Será de las primeras cosas que haga cuando vuelva a España, menos mal que en este viaje no ha sido un inconveniente.
Quizás esa sea una de las cosas que más me gusta de bucear aquí, lo mejor está a poca profundidad y las inmersiones suelen durar más de una hora. Era gracioso ver a nuestro guía Nobrei, juntar las manos pidiendo perdón por hacernos subir a los 70 minutos de inmersión. Y nosotros le perdonábamos solo porque sabíamos que el espectáculo no acababa al salir del agua, sabíamos que al finalizar la inmersión nos dirigiríamos a una pequeña playa, en ocasiones una mera acumulación de arena de no más de 20 metros de ancho y 50 de largo que sobresalía escasamente del mar, donde parábamos a tomar algo caliente y alguno de los dulces que nos habían preparado en el resort mientras hacíamos tiempo de superficie. Todo habría sido idílico, incluso perfecto, si no fuera por la cada vez más abundante basura arrastrada por el mar que encontramos en algunas de ellas. Ojalá nuestra escasa concienciación en el uso de plásticos no convierta este paraíso en otro vertedero.
Me queda un hueco para la carcasa de la cámara, esa carcasa que tantos disgustos me ha dado en este viaje. La tercera noche cometí el error de dejarla abierta, con la mala suerte de que la lluvia, una gotera y mi carcasa, coincidieran en el espacio y en el tiempo. Las imágenes que he podido ir revisando dejan muchísimo que desear, en muchas de ellas se ve la neblina provocada por el vaho de la carcasa. Sin duda ese ha sido mi gran pesar en este viaje.
Ya de por sí es difícil intentar captar la belleza de estas inmersiones. Por mucho que lo intente, no creo que se pueda grabar un video que te haga sentir la sensación que causa ver pasar lentamente, por delante de tu máscara, un cardumen de peces con la cola tan amarilla que parecían pequeños soles, y cuyo lomo cambiaba a su voluntad de plateado al verde y del verde a un azul eléctrico, o el que cuando termina de pasar este cardumen veas que detrás de ellos hay otro de peces cirujano nadando en sentido contrario, para convertirse todo en una especie de explosión de peces nadando en todas direcciones cuando algún túnido o alguna palometa se abalanzaba sobre ellos. O como describiros aquella inmersión en Blue Magic, en la que las mantas nos estaban esperando ya desde el inicio de la inmersión y que durante más de una hora se acercaron a nosotros, nos pasaron por encima de la cabeza, e incluso saltaron fuera del agua cuando algún fotógrafo se acercó demasiado a la zona donde ellas se dejaban limpiar por los lábridos.
Ya en mi primer viaje me sentí frustrado por ser incapaz de describiros o mostraros lo que es el buceo en Raja Ampat, ahora estoy convencido de que ni siquiera un documental de National Geographic sería capaz de conseguirlo.
Solo me queda el traje, todavía húmedo por no decir mojado. Ya está, justo a tiempo, la maleta está acabada y es hora de ir a desayunar. Mientras ando por última vez hacia el comedor, voy haciendo un repaso de lo que quería ver en este viaje y me doy cuenta de que los he cumplido todos con creces, he buceado con mantas y las he visto saltar fuera del agua, he visto al walking sark andando, contoneándose diría yo, por las rocas, he visto al tiburón wobegon nadando en busca de un lugar para cazar al acecho, y he visto los preciosos peces mandarín.
Mientras desayunamos no dejo de ver caras largas, nos queda lo peor del viaje, la vuelta. Pero yo no puedo quitarme una sonrisilla de la cara pensando en los que leáis estas líneas y si os conformareis con leerlas. Ya estamos buscando fechas para el 2021 ¿Os lo vais a perder?"
Si queréis ver algunas muestras más de lo que pudimos disfrutar en este viaje, aquí os dejamos algunas fotos:
Y en breve, los vídeos!!